viernes, 2 de agosto de 2013

La autoestima y la conducta social

Por Maritchu Seitún 

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos para que se comporten éticamente en el intercambio social? En primer lugar, como ya dije, con nuestro modelo: ellos repiten lo que nos ven hacer con ellos, con nuestros amigos, con la familia, con empleados. Observan y copian nuestra conducta respetuosa y considerada y, a la vez, cómo pedimos nosotros respeto y consideración. En segundo lugar, con nuestra empatía, al comprender y ponernos en el lugar de los chicos para, desde ahí, entender lo que les pasa. Así, les enseñamos a ellos a hacer lo mismo: al saberse vistos y bien interpretados, pueden replicarlo con otros: "está entusiasmado", "se divierte conmigo", o "lo ofendió mi chiste", "no tiene ganas", "le incomoda". De todos modos, el ingrediente fundamental para que nuestros hijos tengan una conducta social adecuada (no maltraten, no hostiguen ni acepten que otros lo hagan con ellos) es que tengan una autoestima alta que les permita, en los momentos difíciles, mirar hacia adentro de ellos mismos y saber lo que valen, sin creer todo lo que les dicen, sin tomarse las cosas personalmente cuando alguien se acerca a molestarlos y pudiendo decir: "las pavadas que hay que oír" o "dejame tranquilo". Al saberse queridos, queribles y valiosos, nuestros hijos no se dejarán impactar por el mensaje del otro, quien no habiendo logrado su objetivo de desencajarlo lo dejará en paz. La autoestima alta también puede ayudarlos a no molestar porque les da la fortaleza para preguntarse tanto "¿quiero hacerlo?", "¿me gustaría que me lo hicieran a mí?" como "¿me parece correcto?", y tomar decisiones a partir de esas preguntas. Una de las complicaciones que pueden presentarse en las relaciones es que la conciencia moral puede disolverse en el grupo, ya que el hecho de estar con otros facilita que nadie se haga cargo de la responsabilidad de las ideas que surgen. Además, con tal de no quedar afuera, los chicos pueden hacer cosas que van contra su propio criterio personal. Por eso es importante que los adultos permanezcamos cerca de ellos y sigamos atentos y preparados para seguir siendo un faro (en palabras de Miguel Espeche) o una brújula (así lo denomina Lawrence Cohen), de modo que se vayan dando cuenta de que un buen amigo no pide ciertas cosas (que no invites a otro amigo a tu casa cuando va él, por ejemplo, o que le des tu gaseosa para que te deje jugar en el recreo). Y que si las pide, no es en realidad un buen amigo. Lo importante es que entiendan que se pueden tener ganas de hacer macanas, pero que hacerlas conlleva consecuencias y que nadie tiene derecho de hacerles o decirles cosas que los lastiman; que ellos pueden defenderse o alejarse de quien lo haga y que, por último, deben aprender a no someter a otros ni dejarse someter. Los chicos necesitan durante muchos años esta orientación. A veces, por verlos grandes o preparados, los dejamos solos en estos temas. Ellos buscan entonces otra brújula y la encuentran en los amigos, y así es como resultan "ciegos conduciendo a otros ciegos" y con mucha facilidad toman decisiones equivocadas? Por lo tanto, conviene que les enseñemos desde chiquitos a preguntarse: "¿lo haría si estuviera solo?", "¿qué dirían mis padres o maestros si me vieran?". Y, finalmente, como hemos dicho, si les gustaría a ellos estar en ese lugar. Es un tema amplio y tiene muchas aristas, por lo que, en la próxima columna, volveré a retomarlo para hablar de los distintos "personajes" en los problemas sociales (los populares, los aceptados, los rechazados, los líderes o los seguidores independientes) y cómo manejarnos y ayudarlos a manejarse de acuerdo con el lugar que nuestros chicos ocupan en los grupos.