jueves, 30 de mayo de 2013

Enseñar la ética del Intercambio Social


Esperamos puedan leer este nuevo artículo que se relaciona con la buena convivencia, donde el rol del adulto como mediador en la construcción de una ética del intercambio social es fundamental. Estar atentos desde edades tempranas como los 4, 5 y 6 años para incorporar de manera natural aquello que "nos hace bien" como miembros de un grupo. Los chicos nos miran y escuchan atentamente. Reflejemos lo mejor de nosotros.
Equipo Directivo y Orientación
Enseñar la ética del Intercambio Social 
Maritchu Seitún - La Nación - Sábado 25/5/2013
 "Hoy, los adultos tenemos que ocuparnos de enseñar y ser modelos para nuestros hijos en algunos temas como nunca, cuestiones que antes los chicos aprendían sin que nadie hiciera un esfuerzo especial para lograrlo. Quiero referirme a uno de ellos: la ética del intercambio social.
Hace no tanto tiempo, los chicos no invitaban a un amigo delante de otro, el invitado elegía los juegos, se aceptaba el primer programa y se rechazaban los siguientes aun cuando alguno fuera mucho más divertido. La primera comunión de la prima era un evento al que no se podía faltar, se invitaba a todos los compañeros a los cumpleaños, si los chicos más grandes no dejaban jugar a los más chiquitos se los mandaba a todos para adentro, etcétera. Las reglas estaban claras y nadie se preguntaba si eran justas o no, simplemente eran las reglas y todos se regían por las mismas.
Llegaron aires permisivos de otros continentes, los niños se convirtieron de un día para el otro en su majestad el hijo, llenos de derechos, con pocos límites y menos obligaciones; los adultos empezamos a afanarnos para que nuestras criaturas no sufran y así fueron perdiendo vigencia esas reglas, antiguas y eficaces. Entonces resulta que hoy el dueño del auto (léase, el hijito de 4 años) entra primero al suyo y último al de la mamá de su amigo, el que invita elige el juego en su casa, todos los programas son cancelables e intercambiables por otro mejor, el pijama party se organiza de modo tal que cuantos más queden afuera, se enteren y sufran..., ¡mejor!
No vivimos en la selva ni necesitamos enseñarles un sálvese quien pueda. Sí podemos ocuparnos, en cambio, de que nuestros hijos construyan una ética de la vida social. A veces no dan ganas, porque si lo hago yo sola mi hijo sufre: nunca juega a lo que él quiere porque en casa se adapta a lo que elige su invitado y en la casa del amigo a lo que impone el dueño? Pero sin llegar a ese extremo podemos encontrar un término medio entre la vieja arbitrariedad y el nuevo reinado de los niños para poner reglas desde el comienzo, a medida que vayan surgiendo los temas. ¿Por ejemplo? Aclararles que no hay que invitar a un chico delante de otro al que no quieren invitar, decirles que hay que aceptar la primera invitación y no cambiarla, instalar en ellos la práctica de hacer las invitaciones al pijama party por teléfono...
Si no empezamos por nuestros hijos y dejamos que las cosas continúen así, iremos perdiendo el control y seguirán creciendo los casos de hostigamiento y abuso en los colegios. ¡Incluso están apareciendo en jardines de infantes!
Mi propuesta entonces es que despacito, en la etapa en que empieza a organizarse en ellos la conciencia moral (que es a partir de los 4 o 5 años), nuestros hijos vayan conociendo y practicando la regla dorada: No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a vos.
No lo pueden hacer solos, los más chiquitos están demasiado centrados en sí mismos para darse cuenta de que sus palabras o acciones pueden lastimar a otros. Los adultos que los criamos estamos en la posición ideal para comprender sus deseos y delimitar sus palabras y acciones, de modo que vayan aprendiendo a ponerse en el lugar del otro y no hacer sufrir innecesariamente a ninguno. Y si nos encontramos un poco solos en esta tarea, sigamos adelante igual: en el camino, con seguridad, vamos a encontrar a otra gente que piense igual que nosotros y además vamos a promover un modelo que otros van a imitar, porque lo van a reconocer como bueno.
Así, si muchos lo hacemos y otros nos siguen, veremos disminuir el hostigamiento para aumentar el compañerismo y la solidaridad entre lo chicos"

lunes, 27 de mayo de 2013

Los Patitos, sala de 3 años

viernes, 24 de mayo de 2013

ACTO DEL 25 DE MAYO

Acto del 25 de Mayo de 2013

Prof. Juan Algañarás
Valentina Acevedo, voz y guitarra
Pedro Juliá, piano y percusión

viernes, 17 de mayo de 2013

EDUCAR LA AUTOESTIMA


Queridas familias:
El Equipo Directivo y el Área de Orientación les recomienda la lectura de este nuevo artículo de la Lic. Maritchu Seitún, para reflexionar sobre un tema muy importante, que es "la autoestima", el amor por uno mismo, base de las relaciones sanas con los demás.
"Muchas veces nos encontramos haciendo subjetivas y no siempre muy realistas declaraciones: "No es porque sea mío, ¿pero viste qué lindo, inteligente, rápido, maduro? que es mi hijo?" Pero no es fácil que esa idea perdure en nosotros. A medida que crecen nos vamos desilusionando, enojando, frustrando en algunos temas y seguimos encantados en otros. Y además, ¿alcanzaría con eso para que los chicos tengan una adecuada autoestima?
La imagen de sí mismo del bebe se va construyendo en la relación con sus padres y será positiva en la medida que se sienta bien recibido, aceptado, reconocido, entendido, atendido, aunque no es necesario que estas experiencias sean las únicas que tenga.
Como dice Donald Winnicott cuando habla de "padres suficientemente buenos", basta con que la mirada positiva predomine en la relación con el hijo.
En un desarrollo sano, el chiquito crece y se va diferenciando de sus padres y va pudiendo estar contento consigo mismo a pesar de que los padres por momentos no lo estén (sacar un postrecito de la heladera es mucho más interesante que hacerle caso a mamá; lo mismo ocurre con embarrarse o pegarle al hermanito, o no ir a la mesa cuando lo llaman). Estas ideas propiasempiezan al acercarse a los 2 años, y de golpe se nos acaba el enamoramiento. De todos modos, si nuestro chiquito es emocionalmente fuerte, o si no hacemos excesiva fuerza en contra, logra no renunciar a su verdadera identidad y no lo asusta perder de a ratos la mirada enamorada de sus padres.
Pero puede ocurrir que un niño muy sensible necesite esa mirada positiva de sus padres y del mundo que lo rodea, y entonces no logre alcanzar una adecuada separación-individuación y permanezca por demás atento a lo que ese otro (valorado por él) dice de él, y en ese caso es muy difícil que su autoestima sea alta porque sabe que responde, actúa, se comporta como se espera de él, y también sabe (más o menos conscientemente, según el caso) que adentro de él hay otra parte de su identidad sin desarrollar, negada, reprimida, rechazada por él mismo por miedo a perder el amor o el reconocimiento de personas significativas para él.
Es probable que al crecer viva comparándose, midiéndose con otros, incluso se muestre resentido a veces: "¿Por qué le compraste un helado a mi hermana y a mí no?", "Siempre me retás a mí" o "Vos la preferís a mi hermana porque?", "Si a mí me retás cuando te contesto mal, ¿por qué no lo retás a él?", o "Le compraste?", o "Lo llevaste?", atento a buscar pruebas de lo que teme: que mamá prefiera a ese hermano o hermana, lo que a su vez irrita a mamá y se agrava (o confirma) su temor. Son chicos justicieros que se comparan y compiten todo el tiempo porque dudan de su valor.
¿Qué fue lo que falló? El buen proceso de pasar de una autoestima basada en la mirada de los padres a otra apoyada en la propia imagen de sí mismo.
Ayuda disminuir los juicios y las críticas en casa. Es cuestión de estar atentos a decir las cosas de otra forma, porque casi todo se puede decir sin juzgar o criticar.
Basta seguir la simple regla de Dorothy Corkille Briggs en El niño feliz , que dice que no pongamos adjetivos a nuestros hijos ( torpe inútil genio prolijo divina , etcétera, aunque sean positivos también son juicios), sino que hablemos de sus acciones: "Bajá con cuidado", "¡Qué rápido hacés las cuentas!, "¡Qué prolijo quedó tu escritorio".
De esa forma,hablamos de sus actos (sólo una parte) y no de sus personas enteras, y seguimos educándolos para que se conviertan en personas responsables mientras permitimos el despliegue de su identidad, sin comprometer la imagen de sí mismos o autoestima..."